MADRID
Del moro al Foro

El refugio humanitario de Don Oso

Utilice una copia de este artículo como salvoconducto. La lectura en voz alta de la segunda frase le proporcionará un puesto en la barra o en los espacios habilitados para acoger a quienes han decidido escapar

Hamburguesería Don Oso
Hamburguesería Don Oso
Actualizado

AVISO. El local situado en el 90 de la calle Donoso Cortés ofrece asilo político. Puede reconocerlo por el neón que dibuja en letras de molde rojas el nombre Don Oso, el juego de palabras donde ubicará esta guarida humanitaria situada en el barrio de Argüelles, a un paso del Ejército del Aire, a pocos kilómetros del Palacio de la Moncloa, donde siempre, vaya.

Utilice una copia de este artículo como salvoconducto. La lectura en voz alta de la segunda frase le proporcionará un puesto en la barra o en los espacios habilitados para acoger a quienes han decidido escapar. En esa esquina del callejero, la bajadilla del barrio hacia los arcos de la calle Princesa, alejado de lo que se conocen como spots calientes, se sitúa el refugio más codiciado de la ciudad. A determinadas horas, como un sábado por la noche, no le será fácil encontrar el habitáculo que le permitirá escapar, durante unas horas, de las patrullas de iluminados que han colocado una smashburger en cada número del callejero. Al no haber turnos de comida, ni un tiempo máximo del que dispone el comensal, el resto de refugiados le hará un hueco, y podrá juntar los codos en la chapa, frente a la cristalera, al lado de los baños o cerca de las botellas de agua que no caben en el almacén.

La apariencia del lugar puede decepcionarle. No se preocupe al ver su portezuela, crúcela sin dudarlo, es normal sentir un escalofrío al acceder a un negocio dedicado a dar de comer donde comer sigue siendo lo más importante. Tras un breve periodo de adaptación, pronto disfrutará de la fantástica sensación de ser tratado como un adulto -el único camarero no se dirigirá a usted como «chico»- y sus ojos se acostumbrarán a la luz de los halógenos y al resplandor de los azulejos crudos, a la ausencia de jardines verticales.

Debe llevar encima efectivo. Es la única manera de ser aceptado en la comunidad de apóstatas de la impostura que disfruta de la catacumba. La cueva está distribuida para rendir homenaje al retablo compuesto de dos planchas y una freidora. Si busca información en Google encontrará una marabunta de palabras que la camuflan: los periodistas siguen considerando sus hamburguesas propias de universitarios.

La transacción le hará recuperar el tiempo perdido. Tendrá entre sus manos el sándwich de carne que no necesita de guantes para ser trasladado a la boca. Y podrá decir, en un futuro, cuando todo esta crisis haya pasado, que no fue un colaboracionista, que tuvo la oportunidad de resistirse a la tiranía, que corrió delante de esos apestosos diseños combinados con carne.